"Antiguos focolarinos refieren un empleo de “la hora de la verdad», con sus correspondientes “correcciones fraternas”, como un encuentro en donde si la respuesta del focolar está de acuerdo con lo que espera Jesús -según el responsable de la comunidad-, entonces es que se camina hacia el Paraíso, mientras que si la respuesta contraria a lo esperado, se va más bien hacia el Purgatorio. La idea en ese tránsito hacia el Paraíso “es pasar por el hielo del dolor para alcanzar el incendio del amor”, lo que según la experiencia de antiguos miembros se traduce en una forma de entrega sumisa y obediente sostenida por el ideario de una espiritualidad de la unidad, ya no con la figura de Cristo a través de la comunión, sino como absorción de la propia personalidad por la comunidad, de forma que se espera del focolar una fusión completa con el grupo; y por otro lado, en la idea de Jesús abandonado, el Cristo sufriente que grita en la Cruz, debe ser siempre amado. La combinación de estos dos aspectos da lugar a la expectativa de una obediencia pasiva por parte del miembro focolar, lo que puede ir erosionando progresivamente la capacidad de pensamiento autónomo, porque el focolar deberá vaciarse por completo para alcanzar esa entrega completa a la comunidad. Más gráfico es todavía el relato de alguna antigua focolarina, que indica que se les explicó que el significado de crear «unidad» como que «no debemos pensar, sino cortarnos la cabeza y cumplir plenamente la voluntad de Dios expresada por la cabeza del focolar de zona»." (cf. aqui)
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